domingo, 1 de marzo de 2015

Detective. Poeta. Bolaño

¿Por qué escribes, Bolaño? ¿Para qué? Escritor que mata críticos y pares con la mirada o con la mente, te criticas y eres ellos. Entonces, ¿para qué creerte?

¿Qué es la literatura, Bolaño? ¿Por qué rodearse de libros y nombres y ganas y papel y pluma y más ganas y verse, tener conciencia de uno mismo, jugando sobre el vacío, haciendo ejercicios de dibujo que nos dejen dormir por las noches?

Eres mejor poeta que novelista, Bolaño. Así te leo. Seguramente no te leo a ti como tu leiste a todos. Yo no puedo leerlos a todos. Eres literato porque viste y creíste que eso existe, que está, que se toca, que se llega. ¿Llegaste, hombre? ¿Cuánto dura?

¿Por qué escribes monólogos? Es más fácil. Se aceptan errores de continuidad. Varia la voz y la personalidad. Uno puede decir cualquier cosa con la cara del otro. ¿Pero por qué tú, Bolaño, escribes monólogos? ¿Quién querías ser? ¿La mente de quienes violabas y exprimías?

Como novelista eres mejor poeta. Ya dije. Te juzgo. No estás, qué importa. ¿Te importa, Bolaño?

Escribes prosa y novelas como escribir poesía: para que nadie entienda, para no dar explicaciones, para que la desgracia y el ataque y la máscara y la historia y tu vida sean licencias poéticas.

¿Qué harías este 2 de marzo a las 00h18? ¿Harías literatura, Bolaño?

¿Cuántas horas tiene uno que dormir por las noches, Bolaño? ¿Cuándo leer vuelve a ser lo que era?

Di que es mi simpleza y acabemos el tema, tomemos un café. Pero yo te prefiero en Godzilla en México y en Los Perros Románticos.

Y la pesadilla me decía: crecerás. 
Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto 
y olvidarás. 
Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen. 
Estoy aquí, dije, con los perros románticos 
Y aquí me voy a quedar.

 Pero, ¿y si no hay laberinto ni dolor? ¿Cuándo se desestima el caso, el crimen? ¿Hasta cuándo te quedaste, Bolaño?

Ya no estás entre los perros. O quizá te muerden y lamen otros. Ya no estás entre los hombres, eso sí. Ahora estás en sus bocas y sus dedos. ¡Para lo que quedamos! Para que otros se hagan su libertad con nuestra memoria.

¿Para qué te escribo, Bolaño? Para decirte que a veces no te entiendo, que escribes por escribir y que cierro el libro ahora para ir a dormir. Y que al fin y al cabo, quizá esa era la labor que querías, escribir por escribir.

Cada uno por su lado ahora. Yo sin luchas o sin querer aceptarlas. Tú, no sé dónde; encerrado entre estas pastas suaves.

Me gusta lo que escribes, Bolaño, así como le puede gustar a uno la vida y su mala leche; aquello que funciona y no sabes cómo.

Todo lo que empieza como carta termina como paliativo.

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