domingo, 2 de septiembre de 2012

Cable a tierra


El aguardiente con que intoxiqué mis andares
me persigue, aromatizando mis recuerdos.
Participando en ellos te encuentras mujer/protagonista
pisando las cenizas de la caña que fue y no ha de ser
sino azúcar y puro, ciclo vital de la dulzura marcelinense.
En los papeles garabateados que tiré se fue tu nombre,
pero volvía siempre en blanco el cuaderno kamikaze
dispuesto al aguante, meneándose entre la delgada línea
que divide la eternidad plasmada en tinta
o la perdición en cerros de basura reciclable.
Niña, eres cable a tierra de mis noches eternas,
de las charlas desveladas con mis ojos pecadores,
armadas en torno a tu piel bronceada
que me sacudía en constante deseo de proximidad traviesa.
Eres, niña, enlace directo con el cielo grisáceo de mis días preferidos,
en las calles anchas que almacenaban más motos que almas,
más pies automáticos que vidas activas, menos luminarias que perros hambrientos.
Y en honor de mis alegrías sepultadas, de mis tristezas rebeldes y recurrentes,
de los amigos, de la música, de tantas cosas y de tanto polvo,
de tantas ceniza y tanto café por las tardes...
me eché otro trago cada tanto, cada día.
Y en honor de todo lo que tuve y detallo, lo que tuve y apenas olvido o callo,
te miro y pienso: qué bella, que mía, qué tierna, mi mujer sancarleña.

2 comentarios:

  1. Vaya: este se fue de juerga con Villacresporker !!

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    1. A que si, Francesc. Mientras él vaciaba su vejiga, yo jugaba al poeta enamorado.

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