viernes, 25 de mayo de 2012

Objetos quebradizos.

La marea de luces de autos se movía ruidosamente, varios metros bajo sus pies. El grito desesperado e impaciente del tráfico era la música común de la ciudad cuando llegaba el tiempo de volver a casa. De derecha a izquierda y viceversa, se movían, a más de 80 kilómetros por hora, los automóviles, con aquellos inquietos faros pasándo de bajos a fuertes, haciéndole señas al otro y dejándoles ver el camino, los baches, sus rostros cansados.

Podría tomarme una licencia y escribir que el día había sido duro para absolutamente todos. Que es lunes, que nadie estuvo contento, pero bien sabemos que los ánimos varían y nada es absolutamente general. Lo único que puedo afirmar es que el día si había sido pesado para él.
Despedido después de tres años de irregular actividad en su empleo "de mierda", como le gustaba llamarle.

El hecho de caminar al nivel de vuelo de ciertas aves comúnes, de esas que se paran en los cables de la luz y el teléfono, le refrescaba un poco la mente.
Podía recordar, mientras una paloma batía las alas a cinco metros de distancia y defecaba sobre el hombro de un tipo que esperaba un taxi al pie de la avenida, que en casa le esperaba alguien.
Una mirada ansiosa e inquieta como aquellos faros, de esos autos con aquellos conductores muertos de calor.

Los ojos de esa mujer, sedientos de paisajes montañosos, o de arena dorada y mar celeste. Los ojos llenos de dicha de esa chica que recorrió el mundo y ahora está clavada en un trabajo de ocho a cinco en una oficina legal, cumpliendo horas de servicio útiles para titularse como abogada.
La primera vez que la vió sonaba en su iPod The Beatles. Cada vez que escucha Come Together se excita un poco pensando en los dedos pequeños de las manos que le alcanzaron una cerveza en un bar. Recuerda el cuello largo y elegante, con una cadena fina y brillante, la infaltable perla colgando bendita entre esos senos tamaño regular. La piel blanca y pecosa, la boca pequeña, la sonrisa disimulada. La canción se volvía más lujuriosa mientras ella se sentaba en la silla de al lado.

Los lugares cambian su significado en los recuerdos dependiendo de que sensaciones te dejan en el cuerpo, pues no somos más que meros receptores del mundo circundante.
Ella entró en el radar y dejó los efectos de su piel sedosa sobre la mente del triste ebrio, obsesionado e interesante, que hablaba de películas viejas y canciones "eternas".

Luego de esas noches de vacaciones vinieron las llamadas cada dos días, el intercambio de correos electrónicos, el chat porno, los encuentros casuales a pesar de vivir en ciudades distintas.
Una tarde gris donde se olía el fin del invierno apareció ella, llorando en la puerta de su departamento desordenado. Entró, le explicó algo así como que sus padres se divorciaron. El no escuchó, su instinto le dijo que debía hacer espacio en el armario y no perdió tiempo.
Ella dijo: "Sólo a ti podía acudir.". Pensemos que, entre amigos cercanos, hoteles baratos, y la molestia de un viaje de dos horas, preferir llegar a los brazos del amante casual es una especie de halago extraño. Él no se dio por enterado, sólo la recostó en su cama y durmió en el sofá.
No, no era tiempo para el sexo. Las lágrimas no le excitaban, los condones se habían terminado.

A la mañana siguiente, la mirada curiosa de la reina de las palabras lo sorprendió al entrar al baño que estaba sin seguro. La impresión no pasó a más de un titubeo en el "buenos días". Ella, bañándose, no le producía más que familiaridad. Él, mirándo su cuerpo mientra cepillaba sus dientes, le provoca a ella gusto.
Alguna vez hablaremos de coincidencias en el pensamiento, esta vez sólo vale decir que al mismo tiempo supieron que no querrían vivir con otras personas, nunca más.

El tiempo pasa pronto dentro de casa pero se detiene tonta y cansinamente en la calle o el trabajo. La desesperanza de la rutina inundaba su cuerpo, el cansino tránsito de autos, el bus caluroso, sólo quería llegar a casa y ver si ella había cocinado algo.
"Casa" era una palabra que usaba frente a sus amigos desde que ella llegó.
Ellos lo notaban, pero él no. Deben ser alteraciones comunes del subconciente.

Tres años pasaron así, sin cambio alguno en el mundo real, hasta hoy, el día del despido.
Más cambios: una razonable suma monetaria a modo de indemnización; un local en la esquina de la cuadra a dos minutos de casa. Perfecta combinación ante los ojos de un romántico enamorado de las épocas doradas de los libreros. No hacía falta más que un permiso de importación. No hacía falta más que la aprobación de ella, la abogada.

Metidos en la cama, luego del sexo relajante, el cigarrillo encendido y el humo de inspiración, él contó su historia: sin trabajo, con un poco de dinero, un sueño.
Ella no sonrió y se quedó dormida.
Al día siguiente una carta de despedida y el espacio del armario vacio.
La carta resumía lo que ambos sabían: la situación insostenible de la diferencia de gustos y opiniones.
La mirada sedienta de paisajes exóticos desapareció por la misma puerta en la que se paró llorando meses atrás.
La mirada del iluso romántico no se atrevía a declararse triste. Acogió el frío de sus huesos, amarró unos pocos souvenirs del paso de aquella extraña, de esa visita larga e inesperada. Lo tiró todo.

Días van, días vienen y el periódico anuncia una nueva librería en la ciudad, una librería que necesita un ayudante.
El dueño acaba de publicar un libro.
El dueño sueña con miles de personas leyendo a su alrededor.
El dueño tiene la mirada no hace más que leer en el poco tiempo que le queda en el día.

El periódico lleva las noticias a todas las ciudades. Una muchacha de dedos pequeños y mirada curiosa toma un café con licor en un local famoso de una calle muy transitada y comercial de una ciudad vecina mientras planea un vuelo internacional. Reconoce al dueño de la librería en la foto del artículo, arruga la hoja, la tira.

Nada más pasa afuera, sólo la rutina, los autos y las luces como miradas ansiosas, desesperadas por llegar a casa.
Él lee. Ella viaja otra vez.
El mundo sigue su curso caótico junto a la normalidad alguna vez perdida.

Fin.

7 comentarios:

  1. Qué coño quería ella?? La felicidad de ella a costa de la de él. Toda para ella y nada para él? Y su frialdad; se duerme con su decisión meditada y tomada.
    Buenos relatos que hacen pensar, Ronny.

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  2. No sé, es una puta egoísta, suponemos (él y yo). Me pongo un poco más cruel y digo que es mejor asi, cortar de raíz, porque explicaciones que terminen bien no hay.
    Él no esta de acuerdo, pero debe ser la tristeza. No se puede siempre saber que tan frágiles son ciertas cosas.
    Gracias por pasar.

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  3. Me gustó la presentación del narrador. Como muy desinteresado de todo lo que sucede. Y lo que sucede, esos hechos salteados en el tiempo, parecen dichos con una voz cansina, la voz de la rutina, de la propia vida. Me gustó muchísimo, Ronny. De verdad. Tiene fuerza, aunque tengo que decir que por momentos me pareció un poco desordenado, tal vez. Como que podría haber más cuidado en los hechos, en la periodicidad. Pero yo que sé, es solo una opinión de un humilde lector!

    Abrazo!

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    1. Me gusta cuando un texto se da a varias interpretaciones pero es más agradable cuando le aciertan a lo que se quizo decir. En este caso, sí, Sigma, imaginé una voz cansina, como un narrador sin niguna intención de hacer trascendente algo que le parece común: la propia vida, como tu dices. Aunque claro, quién sabe si la vida entera sea así o sólo momentos de la vida y sólo a cierta gente. (Discuti con el narrador sobre este punto que acabo de mencionar. El narrador soy yo, pero no lo soy.) Y si, se ve desordenado pero digamos que está dentro del quemimportismo del narrador aquel desorden.
      Gracias, Sigma!

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    2. Bueno, entonces genial. Acerté en lo que dije y vos en lo que quisiste transmitir. Porque hasta el "desorden" fue buscado. Y aclaro que no es que me parezca mal ese desorden, y mucho menos si así lo quisiste.

      Aplausos para el quemimportismo.

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  4. Ronny, es genial esto que escribiste, así como está. Seguí con el quemimportismo!

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    1. Gracias, Quién, que bueno que haya gustado. No te pareció desordenado como a Sigma? Vaya, qué público tan variado que viene por acá.
      Saludos!

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