martes, 24 de abril de 2012

Ventanas Abiertas.


Esteban se despertó con uno de sus ronquidos, dando un salto que movió la silla de madera y generó un ruido chillón suficiente como para despertar al resto de habitantes de la casa. Mientras se sobaba los ojos recordó que no había nadie más allí.
El computador seguía encendido. Al tocar el mouse la pantalla se iluminó y la luz del monitor alcanzó al ventilador que era la fuente de ese sonido molesto, parecido a un pequeño engranaje sin grasa.
Afuera los árboles permanecían preocupantemente quietos. Era invierno pero las lluvias habían desaparecido y el viento se había esfumado, quién sabe a donde.
El sudor le humedecía la camiseta. Hacían ya tres días en que no salía de la casa. Cualquier nariz que no estuviera acostumbrada sentiría el hedor agrio que encerraba el ambiente viciado del hogar a pesar de las ventanas, abiertas de par en par, que en este y todos los barrios cercanos, por más tranquilos que parezcan, son casi una invitación para los delincuentes.
Era ya medianoche. Por la calle pasaba, de vez en cuando, uno o dos autos, el resto era silencio, con excepción del ventilador.
"Acabemos con esto", pensó para sí mismo, y soltó un largo suspiro.
En la pantalla apareció una plantilla de texto, en la parte baja de la hoja se veía el conteo de palabras y las faltas de ortografía.
Ninguna falta dentro de tres mil ochocientas cuarenta y seis caracteres. Algo para sentirse orgulloso, tal vez. Pero no Esteban. No él, que ha escrito correctamente desde que terminó la primaria.
No él, que cursó la carrera de pedagogía con notas excelentes y admiración del cuerpo académico. Esto no era más que el pan de todos los días. Cuatro mil palabras eran apenas el inicio de la tésis que le habían encargado hacer, pero ese era su límite auto impuesto por día. Una letra más y sus nervios se alterarían. Así ha sido siempre, y así se ha de mantener.
Guarda el documento en la carpeta titulada TRABAJOS y apaga el computador. Lo deja sobre la mesa del comedor, desconecta el ventilador y se lo echa al hombro para llevarlo hasta su habitación.
Aunque el calor sea el mismo, en su cuarto la vida transcurre de un modo distinto, al menos en su mente. Todo es manejable, tranquilo y nada irritante. Lo único que trae influencias del mundo externo son los discos y los libros, aunque de a poco se deshace de ellos, reemplazandolos por sus respectivas versiones digitales.
Se da una rápida ducha y se pone la pijama. Se recuesta en la cama y comienza a roncar en cuestión de segundos. Pero apenas cinco munitos después se escucha un ruido en la sala: un golpe seco, pasos. Abre los ojos y, extrañamente, oye a los lejos como toman un vaso que él mismo había dejado sobre la mesa, abren el grifo y lo llenan de agua.
"Ladrones. Las ventanas estaban abiertas. Mierda." -dice en un susurro-.
Esteban se pone las zapatillas, agarra otro vaso grueso de cristal como arma y avanza lento por el pasillo que une la sala con el área de habitaciones.
Despacio. Muy callado. Nervioso.
Las luces se encienden en el comedor. Esteban analiza el descaro de los criminales. Este exceso de confianza en su manera de actuar indica una sola cosa, están bien armados y su propósito es claro, nada de testigos, pues con la luz su rostro es totalmente visible. A menos que estén enmascarados, pero con este calor y el notable quemimportismo que es característica de cualquier criminal de la ciudad, dan la idea de que no, no habría nada cubriendo sus caras.
Lo que nos hace volver a la idea anterior. Nada de testigos. Ladrones bien armados.
El vaso que Esteban lleva en su mano se ve tan inocente y delicado ahora, con la idea acechante de los asaltantes asesinos.
"Bueno, si hay que morir, que no sea cobardemente."
Esteban se para recto y firme, con el vaso sujetado fuertemente, gesto que delata sus nervios. Con pasos ligeros, largos, sale del callejón y se para en seco, con los ojos como platos contemplando la escena que tiene en frente: Una mujer, sentada en su sofá. El vaso con agua, ese que escuchó llenar, está sobre la mesita del café, frente a la rubia, que está dormida.
Dormida?
Esteban avanza hacia ella, tan asustado como si fuera esta una aparición, almas perdidas del más allá buscando auxilio en su casa.
Efectivamente, la rubia duerme. Su mano izquierda tiene agarrada con fuerza una esquina del periódico de ayer, cosa que ella debió haber traído de consigo. Seguro lo estubo leyendo antes de cerrar los ojos. Se la nota tranquila e incomprensiblemente fresca. De repente suelta una risa pícara, producto de algún sueño, pero Esteban no puede evitar pegar un brinco, por susto, y ese brinco hace que arranque el periódico de la mano de la chica, dejando dentro del puño la esquina que sujetaba.
Una vez recobrada la calma, siente curiosidad por la hoja que tiene ahora en mano. Levanta el periódico hasta ponerlo frente a su nariz y ve nada, o al menos nada interesante. Un accidente automovilístico ocupando toda la carilla, cosa de siempre.
Se acerca a las ventanas y las cierra. Tiene sueño pero es hora de averiguar quién es aquella mujer que tan confianzudamente se ha colado dentro.
Le toca el brazo. Nada.
La empuja y ella cae en el mueble, larga como era.
Tiene un dormir tan profundo que no la despierta siquiera la llamada en voz alta que le hace Esteban.
Rendido y contagiado por aquella demostración de descanso pleno, se sienta en el sillón de al lado y cierra los ojos, no sin antes poner alarma en el celular para despertarse antes que la desconocida.
Comienza a soñar.

La desconocida mujer camina a lo largo del pasillo que va a su cuarto, y de a poco se va desnudando. Ella voltea y agarra su mano. Su cabello largo cubre sus senos... No, no los cubre, los vueve invisibles. Él no ve otra cosa que sus labios, soltando palabras sin sentido. Y caminan tomados de la mano por el pasillo eternamente largo. Luego se tropiezan y caen entre las ramas de un árbol frondoso. Dónde se metió ella? Está abajo, en un auto, llamándolo. Él sube, la besa, una y otra vez, pero ella tiene la cabeza rota, está sangrando y susurra: "aquí fue... mira, están en el suelo..."

"El accidente!" grita Esteban, exaltado, despertándose de un brinco. Apenas ahora nota su mente que había algo más en el periódico.
Lo toma de nuevo y lo pone frente a sus ojos.
"Accidente automovilístico, a la altura de tal... conducía el señor tal... transportado a la casa de salud...  todos muertos." leyó en voz muy baja.
Eso había sucedido el viernes. Ese periódico era del sábado, lo que le dió tiempo al reportero encargado del hecho, de averiguar quiénes eran los ocupantes del carro, cosa que le preguntó al chofer que había sido llevado a un hospital del centro de la ciudad donde finalmente murió por una herida interna que ningún doctor diagnosticó a tiempo.
Al pie de la noticia están las fotos de los pasajeros del auto, copias de un registro de identificaciones obtenido en alguno de los Registros Civiles de la metrópolis.
La intrusa estaba ahí, en la segunda foto de izquierda a derecha.
Sigue leyendo y encuentra el nombre: Catalina López. Veinte años. Soltera.
"Qué pasa? Obviamente ella sobrevivió, por eso está acá, metida en mi casa. Mediocres reporteros. Pero, qué hace aquí, y sin un sólo rasguño?"
Deja caer la hoja al piso y da un paso adelante para verificar si, efectivamente, Catalina López se encuentra en buen estado de salud. Trata de mover su cabeza suavemente para no despertarla. Todo bien, no hay sangre por ningún lado, mucho menos en su blusa y pantalón.
Se voltea y va por un vaso con agua pero apenas da un paso siente que una mano helada toca su hombro. El susto le acelera el corazón y gira violentamente, golpeándose contra la mesita de café. Cae al suelo y ve la mano extendida de la rubia que ahora se arrodilla de a poco para ponerse a su nivel. Esteban está asustado. Está a punto de preguntarle qué hace allí. Balbucea. Catalina López pone su mano sobre la boca de Esteban y sonríe.
Le hace una seña de que se calle.
Esteban tiembla y con razones de sobra.
Catalina López lo empuja para que se recueste en el frío suelo y se lanza sobre él. Lo besa intensamente, locamente. Se lo come a besos y Esteban no sabe qué hacer.
Y qué puede hacer? Obedece al instinto y cierra los ojos, devuelve los besos y va más allá, metiendo las manos bajo el pantalón de la rubia.
Confundidamente excitado se saca la camiseta y ella le muerde el pecho.
Catalina López se para y se quita toda la ropa mientras Esteban, acostado en el suelo, se quita los pantalones preguntándose, qué mierda está sucediendo.
No hay tiempo para respuestas.
Catalina López comienza a acariciarle el sexo, él la mira de pies a cabeza, posando la mirada en puntos clave.
No más dudas, no es momento de pensar quién murió o no.
La toma por la cintura y la sube al mueble, con el corazón bombeando a mil por hora. Le besa el cuerpo, la mastica, la aprieta. y ella gime.
Esteban entra en la rubia y ella suelta un quejido de dolor y gusto.
Catalina López lo abraza fuertemente con brazos y piernas, sentados en el mueble, lo más juntos posible pero no es suficiente. Él se levanta y la pone contra la pared, salvajemente, entrando y saliendo, los ojos bien abiertos, mirándola. Ella cierra los ojos y sonríe.
De pronto... el cielo.
Se recuestan en el suelo. Ahora podría preguntar todo, pero ella sigue con los ojos cerrados, respirando despacio. Son las tres de la madrugada según el reloj de pared.
Tranquilo, con el orgullo del deber cumplido, se tira a dormir.
A las 5 de la mañana sonó la alarma del celular. Fatigado por haber dormido tan poco, Esteban se levanta, va a la cocina y sirve una tasa de café que lleva dos días en el termo; que está frío ya. Pero algo falta. Vuelve a la sala y nota que la rubia, Catalina, no está.
Revisa el baño, la habitación, nada. Pudo haber salido por la puerta o ventanas, pero no, la alarma está puesta y obviamente, nadie más que él conoce la combinación.
"Soñé?" se pregunta. "Es posible tener sueños tan reales y elaborados? Tan desesperado estoy por sexo?"
Comienza a caminar por entre los muebles. El sillón no tiene marcas de ningún tipo y los cojines están ordenados, uno en cada esquina y otro más al centro.
"Un sueño! Ví la noticia en algún periódico, en algún bar o en Internet, eso es todo." y se ríe de sí mismo, negándo con la cabeza, aceptando su idiotez. Se ríe a carcajadas, como un loco hasta que de golpe se calla y mira algo en el suelo: una hoja de periódico con una de las esquinas rota. Esteban acerca el rostro para ver la fecha. Es del sábado.
"Catalina López... bah, tonterías."
Arroja la hoja del diario a la basura, fingiendo tranquilidad. Toma un baño y al salir mira su rostro en el espejo.
"Cálmate, muchacho, basta de fantasías. Un sueño húmedo, nada más. Demasiado elaborado pero eso y nada más. Andando, a terminar esa tésis."
El resto del día es rutinario, lo único extraño es el recuerdo de la noche que nunca sucedió, la chica intrusa que jamás entró.
Comida en el bar de la esquina a la una de la tarde. Lee el periódico y no encuentra ninguna continuación de la noticia sobre el accidente. Tampoco esperaba ver algo, simple curiosidad.
La tarde se la pasa viendo películas, chateando en el celular, organizando una salida para la siguiente semana. El acontecimiento sexual ha sido superado casi por completo y Esteban está listo para trabajar.
El calor vuelve a ser fuerte, el ventilador apunta directo hacia él mientras tipea más palabras. Cuatro mil para ser exactos, nada más, nada menos. Ninguna falta ortográfica, como siempre.
Son las las doce de la noche y apaga el computador, no sin antes guardar el texto en la carpeta TRABAJOS.
Otra ducha, otro vaso con agua.
Se acuesta en la cama, cierra los ojos y de pronto... pasos en la sala.
"Dejé las ventanas abiertas, igual que ayer. Pero no estoy dormido, estoy seguro, estoy despierto." se dice a sí mismo, impaciente, nervioso, pellizcando su brazo.
Escucha a lo lejos como abren el grifo de agua y se llena un vaso que casualmente volvió a dejar sobre la mesa.
Esta vez Esteban no agarra nada como arma para defenderse. Cruza el pasillo apurado, hay que descubrir qué pasa.
Se asoma a la sala, mira de frente y ahí está ella.
Catalina López sostiene una hoja de periódico (que tiene una esquina rota) en las manos. Esta vez no duerme, sus ojos están abiertos, con una expresión de dulzura inquietante, extrema serenidad.
Apenas ella lo ve salir del pasillo, se levanta del sofá, lo mira y dice:
"Ya llegué, Esteban."

lunes, 23 de abril de 2012

Carta del Enamorado: Los días Muertos.

El domingo es cuando más te extraño. En esa pereza inmensa y energía estática, paralizante, que nace en mi interior para agonizar en mis actos, contaminando mi aptitud y volviendome viejo, desde el amanecer y aun mas mientras la tarde se convierte en una foto sepia.
Soy viejo, lo repito, hoy soy inmóvil y por eso te extraño, porque pienso que de alguna manera tu cambiarias el ambiente. Tenías la habilidad de ser como el éxtasis, o un redbull en el peor de los casos.
Me gustaría escuchar tus breves disertaciones y largas frases que vienen de todo eso que te gusta, tan parecido a lo mío pero que a la vez te discuto, solo por llevar la contraria.
"Absurda e ilógicamente, -decías- toda la vida se resume en sexo, y la muerte en orgasmo"
Planteabas tu tésis mientras te sacabas otra prenda, cual póker universitario de amigos ebrios a medianoche, al ritmo de Manu.
Así te recuerdo, desabrochando, entre risas, tu blusa manga larga, y yo te veía como a una de esas porno lentas y aburridas, pero exitante para este par de locos, medio poetas, medio músicos, medio literatos. Morbosos completos y declarados.
Qué linda tu compañia y tus tetas tamaño limón!
La perfecta pose de francesita intelectual, con tu boina y mirada pensativa, el cigarrillo entre los dedos y tu intensa sensualidad colgando de los labios.
Estabamos siempre huyendole a esa ilusión colectiva, al opio de las masas, el amor.
Llegaba el domingo y tu en mi cuarto, con el porro compartido y el bajón a la vuelta de la esquina. Estabamos listos. La pizza sobre tu estómago y mi pene en plena erección. Sombrero de peperonni, condón con sabor. Y siempre, siempre, champignones.
Hoy mis pies se ponen en automático. Camino por la vereda que limita y hace de borde al pequeño brazo de río que hay frente al departamento.
Siguen las fundas de basura aquí, a pesar de tus cartas a la municipalidad nadie se percata y preocupa por el hedor.
"Gente de mierda" decías. Es raro que con esa frase recuerde toda la profundidad de tu voz?
Como cuando cantabas. Las letras de Tulsa en tu voz llegaban con mayor dejo de tristeza a mis oídos.
Y con tu canción predilecta me recibe hoy la tienda de discos. Aquí te conocí, mientras trabajabas. Te pedí ayuda solamente para verte de cerca. Tu cachetada fue el primer contacto, y luego el café.
Acabo de llegar a tu nuevo hogar, no estás. El portero me mira de reojo. Me siento en el césped y leo tu nombre en relieve.
Sabes? Aun tengo tus demos. Escribí historias acerca de ellos y se publicó.
Ahora la semana se ha convertido en una rutina aceptable. El lunes hay una firma de autógrafos. Jé, quieren mi marca en su libro, como si yo fuera importante. Yo les sigo el juego.
Tus bocetos de desnudos siguen pegados en la pared, y el retrato que te hice también. Es surreal, sí, líneas tiradas sin sentido, pero asi te entendía.
Qué hay de interesante allá donde vives ahora? Valió la pena?
Sé que la tristeza no te dejaba en paz, pero habría querido que buscaras otra solución.
Me tengo que ir, acá ya se hizo de noche.
Mañana la firma de libros y el resto de días, seguir escribiendo. La práctica hace al maestro, dicen. A mi sólo me suenan en la cabeza la voz de todos los personajes que pudiste haber sido.
Fatalista rusa, bailarina de tango, negra del blues, vieja solitaria, actriz de culto, nihilista autodestructiva, voyeur suicida.
Una rubia, una morena, pero jamás una pelirroja, en tu honor.
Siempre tendremos el domingo, el café, mi cama.
Domingos, los malditos, los mortales y lentos, los que se alimentan de tu memoria.
Uno de estos días me lo propongo y te alcanzo, para dormir bajo el mismo césped y que me cuentes más historias, para que toques la guitarra.
El portero del cementerio cierra la puerta y se enciende un cigarrillo mientras yo me subo al taxi que me llevará a casa.
Sólo, otra vez.

miércoles, 18 de abril de 2012

- Viste el partido?
- Partidazo!
- Increíble lo del gol. Siempre pasa eso de que anote el que va en menos, pero yo sigo sin acostumbrarme.
- No, no, yo ya lo veía venir. La gran verdad es que el que no los hace, los ve hacer.
- Pero sentiste el gol? O sea, fue como un golpe, agua fría.
- Yo me repito siempre que no tengo bando, que son partidos internacionales pero luego eso se desvanece y me levanto del asiento cada vez que el Barça ataca. El último tubazo, uuuhhhh...
- Eso, exacto! Pero es que es un lujo. Y ya luego me dio cuenta que el partido no lo veo por quién gane, son las jugadas. Drogba librándose de tres, el pase gol, los piques. Como lo tumbaron a Messi. Terry haciéndole señas a los demás, atrás, y por un instante vez clarísimas las dos líneas de cuatro, juntas, y piensas: La puta, por donde entro? Y no, yo no estoy en la cancha, me digo.
- No estuve de acuerdo con eso de siempre pasar a los costados, faltó pegarle de fuera, no sé, driblar más de frente.
- Estás loco? Por dónde? Estaban totalmente cerrados. Pero a Pedro lo vi desenchufado.
- Un gol de visitante hubiera sido tremenda ganancia.
- Y, bueno, ya veremos. Quedan 90 más pero estos duelen.
- No, acá el pensamiento es distinto, es a 180, hermano. Con esta derrota todos razonamos: Es Champions, semifinal de visitante, difícil, y bueno, ganaron en su cancha, ya veremos.
- Pero eso es verlo con fácil, ser muy cordial, es no culpar al equipo por la derrota, debieron anotar!
- Es Champions, semifinal de visitante, difícil, y bueno, ganaron en su cancha, ya veremos.
- jaja, cállate, pendejo.
- jaja. Pero es verdad, por ahí va la cosa. Faltaron goles.
- Los del Barcelona.
- Goles, de uno u otro. Goles. Golazos.
- Los tiros libres se desperdiciaron. Extraño la pegada de Ronaldinho.
- Estás en plan de revivir a los muertos?
- No, no, pero recuerdas que bien jugaba? Desde allí comencé a ver más partidos.
- Magia pura, pero nada es eterno en el mundo.
- Y, pasará lo mismo con Messi?
- mmmm... quién sabe, eh.
- Qué optimista!
- Realista.
- La realidad está sobre valorada. Los hechos no prueban nada, las cosas simplemente se dan.
- Sí, sí, como ver al Chelsea ser dominado pero terminar ganando.
- El que no hace los goles, los ve hacer.
- Crees en la malilla?
- Qué le hicieron trampa, brujería? Eso me dices? Nah, que va.
- Brujería no, nadie ha hablado de eso. Malilla, coincidencias, mala leche.
- Ehhh, bueno, cosas pasan, coincidencias. No sé, no sé.
- Tu eres barcelonista, amarillo hasta las patas, no? Torero, hincha del ídolo del Ecuador?
- Por supuesto! También por eso, la coincidencia de nombres, me agrada el Barça.
- Y tu Barce, los amarillitos, siempre pierden...
- No me estás siguiendo el hilo de la conversación.
- ...la próxima no veas el partido del Barcelona de España, quédate con el equipo ecuatoriano, alguna malilla le estás causando.
- Siempre con las ganas de joder.
- jaja. Hoy es el clásico del astillero, no?
- Barcelona contra Emelec. Se paraliza el Ecuador. Hoy tenemos que ganar.
- Y bueno, yo no soy del Emelec, pero va una apuesta, qué dices?
- Y qué apuestas?
- Eh, lo que sea, sólo pienso demostrar que eres una malilla, ja.
- Anda a la mierda, jeje. Ok, vamos para el bar a ver el partido, falta poco. Si gana Barcelona, pagas las cervezas.
- Está bien, hecho!
- Vamos entonces...

martes, 17 de abril de 2012

Carta del Ofendido.

Señores de Editorial Portilla,

Les escribo esta carta para que sepan actualmente en qué ando. Estuve trabajando de nuevo, estarán contentos de leerlo. Con respecto a sus cartas que no he contestado, sobre plazos de escritura, dejenme recordarles que me valen un cuerno, ustedes me han publicado siempre y me deben mucha plata.
Les decía sobre mi nuevo trabajo...
Comencé por el título del libro que estoy tratando de escribir, y al contrario de como indica mi costumbre, supe todo el principio pero no tenía ningún buen final. Podría haber matado a todos mis personajes, pero no está de moda eso de la tragedia. Salen mil, dos mil jóvenes escritores, todos socialistas, nihilistas, desconfiando del mundo. Todos tan "indie" y bueno, cada cual con lo suyo. El problema es ese, que me siento imitado o imitador cuando los finales de algún cuento coinciden minimamente.
Una idea general de lo que es madurar se esparce entre la cabeza de estos muchachitos soñadores (que se esfuerzan en creer que no sueñan, porque les baja la imagen de pesimistas): Dejar de confiar en el mundo y quedarse apartado de todo para poder opinar, de esto o lo otro, muy sarcásticamente.
Está bien, admito encontrarme prejuzgando a todos, poniéndolos en el mismo saco, pero de un tiempo a esta parte se me ha vuelto pesado leerlos a todos y tratar de apreciar quién es sincero, quién es un asesino convencido y estricto, y quién mata sólo porque es la onda del momento.
Para esto además habría que conocer ciertos aspectos de la vida de los cuentistas. Antes era más fácil. Si se oía un "padres divorciados" con respecto al escritor, se pensaba: oh! pasado complicado, problemas para relacionarse, carácter así o asado, por eso escribe raro; oh! el próximo Edgar Allan Poe, no le demos opio sino fama.
Hoy en día existen tantos divorcios. Los problemas emocionales que conllevan son innegables pero tantos chicos los tienen que se la puede ver como materia común, nueva realidad, cambio de época, espiritu social renovado, etc.
Soy un viejo quejambroso, está bien, aceptado, pero no me vengan a decir que algo de razón no tengo.
Y no, no es excusa para mi falta de cuentos nuevos... bueno, en parte lo es, sí.
Pero ustedes, señores de la editorial, tienen culpa también! Están abusando del boom morbido, de la escritura ácida, para editar a cualquier hijo de vecino.
Propongo, vamos!, conocer al escritor más allá de las mentiras que pone en papel para ver si hay un trasfondo. Seguir leyendo a muchos de estos chiquillos es como tirarse de trampolin desde un barranco: hermoso viaje a la luz de las estrellas, pero también quieres el mar abajo, esa es la intención primera, la razón de lanzarse, sentir el agua! Y no, no la encuentras.
Menudo fiasco es andar por ahí buscando cosas nuevas, meterse en el/la internet, cómo digan ustedes, y ver textos pretenciosos en eso llamado blogger, blog, bitácora.
Hay un Gordito, un argentino, que lleva éxito, o bueno, lo llevaba porque ya no publica sus cosas en papel porque dice que editoriales, como ustedes, le robaban. Y bueno, yo sé que ustedes se me llevan plata pero a estas alturas ya me acostumbré y dejar que otro me edite me da picazón.
Pero razón tiene Hernán, Jorge, o como se llame el chico. (Leí que tiene un amigo imaginario, Chiri. Por favor!)
Luego de eso, en los comentario de la página del argento, veo multitud de personas que lo felicitan. A mí sólo me felicitan los críticos o me tiran montones de mierda en un cuadrito del diario. En esa parte, la que beneficia al ego, son buenas las páginas de internet donde las personas te escriben sus pendejadas. Por eso, señores, si no les molesta, creenme un blog de esos y me reenvían por papel sólo los mensajes positivos, que computadora no tengo en casa.
Ah, perdí el hilo en el párrafo anterior.
En los comentarios se pinta de rojo el nombre del comentarista que también tiene página a la cuál subir sus cuentos. Y revisé muchas de ellas, en eso me baso también para decir lo que puse al principio de esta misiva, mucho enfermito, mucho friki como se autodenominan. Muertos, viajes al espacio, desgracia.  Les hubiera pedido de favor que se callen y comprásen mis libros pero no sé como escribir en esas cosas y mi nieto de 8 años que me ayudaba a entrar en cada cosa es muy chiquito para transcribir mis puteadas.
Entre esas páginas de seguidores del escritor gordito, encontré una donde no pasé del primer cuentito. Desde el nombre: una obviedad, me dijo todo sin esfuerzo. Absurdo, como el nombre del supuesto escritor, Shantito.
Errores así suceden, uno perdiendo el tiempo leyendo a estos niñitos en lugar de ponerme a trabajar.
Por ahí vi también a un tipo que criticaba a la realeza de España, de esos catalánes locos. Seguro es del Barcelona. Bah, ni que decirle.
Una chica que sólo escribe diálogos! Increíble.
Un tipo que se hace pasar por caníbal y los otros amiguetes siguiéndole el juego. Qué mundo loco.
Estas tecnologías no están acabando, eh, tenganlo por seguro. Se los digo porque ya escuché por ahi que se están creando una página web. Al menos utilicen el escudo que diseñé para ustedes y la canción aquella que les recomendé, a ver si mejoramos el aspecto juvenil y desaliñado de toda la ideología de los internautas.
Los tiempos cambian y yo, sin ideas para escribir.
Me despido con los mejores deseos para ustedes y pidiéndoles, dejense de joder con lo de los plazos, carajo!

Atentamente,

Quien Oldworld.

sábado, 14 de abril de 2012

Gotas de lluvia.

La lluvia golpea fuerte el parabrisas y por un momento pienso que debe haber una combinación precisa de elementos que lograrían romper, o al menos cuartear, el vidrio.
Un buen grosor de gota; gran velocidad del viento, de norte a sur, sin obstáculos; mi velocidad, duplicada, de sur a norte.
Si un matemático o físico me escuchara, se reiría? Pero la combinación debe estar allí.
Dicen, y está demostrado, que las llantas no tocan la carretera cuando está mojada. Una leve capa de agua cubre el asfalto y las ruedas resbalan, flotan, con mínima, nula fricción.
Y el ruido de las gotas golpeando.
Y el agua que salpican los autos al pasar a mi izquierda.
Así como pasa todo y cada cosa, debe haber una manera, una unión de factores exagerados, un escenario ideal donde las gotas que golpean el auto se puedan incrustar en el chasis, en los vidrios, aplastando y atravesando, de a poco, todo.
Como una exquisita lluvia de meteoritos, recorriendo a miles de kilómetros por hora, y en sentido contrario, el mismo carril que tomé hace una hora, de noche, con todo este sueño que me hace cabecear y ver, alucinar con que una autoestopista desnuda tira su maleta contra mi parabrisas porque lleva ahí parada dos horas, tiene frío, y nadie ha pasado por aquí, nadie más que yo.
Su maleta es otra gota que se destroza a simple vista y riega en la calle vibradores verdes y más agua. Más agua.
Mis ruedan flotan, estoy seguro, a casi un centímetro del suelo. No hay fricción, no existe. La autoestopista me lo dijo y me gritó cuando cerraba los ojos, sin notarlo, ante la curva: granizo!
Eso, granizo.
Debe haber una combinación de factores ideales y el granizo reemplaza a la lluvia, mientras mis ruedas flotan y las gotas (no! el hielo!) retumban contra el auto.
La música no se oye, tan sólo el rugido de aquella sábana líquida con voluntad propia.
El lago gigante de vibradores verdes donde salta la autoestopista, la mochilera, la que hace dedo, ella que me mira esperanzada. Ella es argentina. Me dice: que mirás?
Mirás. Me encanta.
Ella que me mira esperanzada con esos ojos que me piden detenerme. Y paro. Se sube, se viste y me dice que ha llovido días por aquí. Que Jesús caminó sobre el agua y que el hombre tiene celos.
Yo pienso en el granizo, el hielo, las nubes. Y mi auto que no controlo, que se desliza, que no se detiene.
Me aplasta el agua, me perfora. El ruido ensordece, no puedo más, tengo que parar.
Sentado en la carretera, con la espalda reclinada contra el guarda choques y los faros alumbrando el camino por delante, cada hoja de cada árbol. Y la oscuridad arriba. Muy arriba.
Gotas, más gotas. Granizo.
Se me acaba la verdad, cierro los ojos.
Me abraza un cuerpo a medio vestir (quién es?) y, a lo lejos, escucho vibraciones. Vibraciones verdes.
Duermo.

miércoles, 11 de abril de 2012

Borracheras e Historias

El marica Santino era amigo del cantinero, por eso, mientras éste le servía la décima cerveza, le dijo: Deja de ver al muchacho, te vas a buscar problemas, tiene cara de hacerte webadas.
Pero Santino, sorbo a sorbo, aumentaba la intensidad de su maliciosa mirada, queriendo tal vez que, como si fuera una mano, sirviera para girarle la cara al moreno cara 'e paco que se sentaba en mi mesa, nada más y nada menos que el "Patucho" Guevara, quien apenas había vuelto de un par de años en el ejército.
Tanque, borracho consumado, soldado razo con título de la escuela de la calle, sin detalles, tosco y fornido, sin más palabras que las rudas con áspera voz que es ya un tono rabioso.
Guevara me dijo: El hijueputa no deja de verme. En el cuartel le partiamos la boca a todos los maricas mamavergas.
Siempre ha sido así, peleador, tomando el problema de los amigos como propio. Eso sí, con un buen sentido del humor aunque cabía la duda de si en verdad podía verse una sonrisa en ese rostro tan tenso y serio. Un buen tipo, contando con las tendencias de bajo mundo que arrastra desde el nacimiento. Siempre, cuando ya está mareado, cuenta el mismo chiste: Yo no nací con un pan bajo el brazo, sino con medio kilo de coca pura, por eso se puso a vender mi papá y lo metieron preso al pendejo!
Y reía a carcajadas. Nosotros también.
Satino era mayor que nosotros. Viejo puto o puto viejo, como prefieran. Dicen que antes, en sus años mozos, se vendía caro en clubes de moda de la ciudad.
Él nació acá, nació hombre. Su madre quería una niña y no un varón y de a poco Santino le fue dando gusto. Me pregunto que le habrá pasado por la cabeza a la madre cuando le mandaron a decir que le expulsaban al hijo por "proposiciones indebidas" a un profesor.
Al ser echado del colegio y de su casa se va para la ciudad, se queda allá para terminar de crecer y comenzar a envejecer un poco, mientras acá nosotros probamos el primer trago y conocemos la cantina donde se ubica esta historia.
Santino regresa, acabado y drogado, al pueblo, cuando ya nadie lo quería para coger. Pero acá tuvo influencia y pronto armó su séquito de tímidos muchachos que con medio empujón salían del clóset. Para que decirlo, el los empujó, no solo un paso, sino al abismo.
El "Patucho" Guevara es conocido por despreciar a los homosexuales, cosa que siempre le atribuimos a una de las desgracias que le rodean la vida: La madre, puta por profesión y zorra por hobbie, fue muerta a golpes por un trasvesti cuando un cliente de las dos, borracho, prefirió, la fatídica noche, a la mujer real y no a la imitación.
Si Santino hubiera conocido antes a Guevara, la situación habría sucedido ya hace tiempo, o quizás no. La cosa es que Guevara llegó ayer y está chupando el doble de lo que jamás imaginamos que podía un hombre. Y nosotros le seguimos el paso, jodiendo, molestándolo por el cruce de miradas con el marica panzón.
Quién diría, pero Santino, viejo y todo, en el pueblo aún causaba furor, entre aquellos igual o más viejos que lo buscaban a escondidas. Uno de los que no se salvó de ser descubierto fue el mismo profesor que lo hizo expulsar del colegio. En su defensa dijo: Estuve esperando que creciera.
Unos cuantos nos hemos salvado pero de haber entrado en el radar de Santino. Claro, en esta lista no entra el Patucho, ya que los ojos del putazo siguen preforando su nuca, mientras la treceaba cerveza se va agotando.
Más que seguro es decir que todo el coraje de Guevara fue duplicado por nuestras bromas sobre la linda pareja que haría con Santino y ya cansado, se alejó de nosotros con dirección al baño, amenazando con que al regreso, el que se le reía, se moría.
El baño. Ese fue el pie para que Santino entrara en acción.
Verán, la puerta no se cierra. La cantina está cayéndose a pedazos, parece abandonada y nosotros, sus fantasmas.
El maricón siempre usa la misma táctica que ha pasado a sus pupilos, y que varias riñas le ha costado: Cuando ve un posible candidato espera el momento en que la vejiga del "suertudo" se llena y debe ir a orinar. Cuando éste se mete al baño, Santino se apresura detrás.
Ha causado riñas, como ya dije, que acaban con él en el suelo. Y ha pasado también que cuando entra detrás del ebrio, después de quince minutos o más, los dos siguen dentro. Ahí nos hacemos de la vista gorda, pero tomando nota mental de la nueva víctima.
Esa noche en que celebrabamos el regreso del Patucho, Santino se metió al baño detrás de él, más ebrio que de costumbre y nosotros lo vimos pasar a nuestro lado y no hicimos otra cosa que pegar una carcajada.
Después de un minuto escuchamos un golpe seco y vimos caer a Santino al suelo, tumbando la puerta, y Guevara gritando: Qué, eres loco, maricón hijueputa? Agarrate el tuyo y no me friegues!
Y se metió otra vez al baño para terminar de vaciar el tanque. Lo que no se esperó es que Santino fuera otra vez tras de él, dispuesto a conquistarlo. Insistencia de borracho será, y nosotros, riendo.
Otra vez, Santino cae al suelo por un golpe bien dado, directo al rostro, pero esta vez Guevara no se aleja, comienza a golpearlo más, cabreado y con los pantalones sin cerrar y el marica insistente se los quiere sacar. Una escena demasiado graciosa que solo podría ocurrir en este bar.
Pero las risas se fueron apagando cuando la sangre brotó. La nariz sangrando a mares y los brazos ahora cubriendo el cuerpo. Guevara no se detenia y tuvimos que separarlo.
Santino, en su coraje y desilusión, le gritó al Patucho: te haces el cojudo y bien que en el cuartel "te lo ponían" todos los de tu cuarto cuando tenían ganas. A mi me lo contó tu comandante!
Y se reía. Se reía con ese tono que quería ser fino pero resultaba una carcajada insultante, mientras sus palabras anteriores nos llegaban apenas y las entendiamos mejor.
Los ojos de Guevara se inyectaron con sangre, yo los vi, y para peor, lo habíamos soltado los tres que lo separamos de la pelea.
Sacando su navaja Swiss Army, nueva, recién robada, se lanzó contra Santino que seguía riendo en el suelo, hundiendo la pequeñas hoja lo más profundo posible. Una, dos, tres... cinco... ocho... y nosotros quietos viendo el charco rojo y con cada puñalada un grito mariconazo de dolor.
Pero no sólo eso nos mantenía atónitos, sino además, el llanto insomprensible que derramaba el Patucho mientras, con fuerza descomunal, seguía perforando la barriga de Santino.
Algo que nunca había contado del tema es que los tres que estabamos cerca escuchamos como repetía, Guevara, por lo bajo: Ellos me obligaban... me dolía... me dolía...
Santino, muerto en el suelo, mucha sangre alrededor y la cerveza calentandose en las mesas mientas la policía tomaba, de mala gana, testimonios de estos borrachos. Uno de mis amigos fue el que salió a buscarlos cuando Guevara se sentó al lado del cadáver a seguir llorando. Los pacos se encontraban cobrando "deudas por protección", a la putas de la calle 21, en la patrulla, pero un asesinato es un asesinato y hay que dejar el resto a un lado.
Éstas son las últimas imágenes que tengo en la cabeza de aquella noche. Ni siquiera sé si me tomaron declaración.
De todo esto hace ya varios años. El Patucho sigue preso, y no he hablado con él, pero por ahi me dijeron: Allá también lo obligan, pero ya no le duele...
Otros maricones tomaron el lugar de Santino en la barra pero el viejo truco quedó de lado, primero, porque arreglaron la puerta y segundo, porque todos tienen miedo.
Y ahora, si me premiten, voy a mear en paz.