viernes, 3 de febrero de 2012

Encuentros Pasajeros en la 63. (2)

Llueve. La veré hoy otra vez?
La chica del Liceo, la que se subió y se pegó a mí, espalda con espalda. La que no me mostró sus ojos.
El mismo gordo, la misma ventana por donde arrojo la mirada cada día. El iPod full batería y mis ganas de mandar a todos a la mierda.
Esta vez no estamos apretados porque hay un evento multitudinario en el malecón que llama mucho más la atención que la idea simple y sosa de volver a casa. El tráfico está más suave y la curva que va al Liceo sirve de estacionamiento, otra vez. Otro día, mismas costumbres. Tal vez hasta el conductor es el mismo, no sé, nunca me fijo.
Se baja el gordo y sube la chica linda que, por linda, cruza sin problemas por en medio de todos los que quedan viéndola, hipnotizados.
Es bonita, bonita como muchas. Quizá se llama Clara, María, Mayra. Tantas opciones. Gran cuerpo. Se nota que es joven, en sus mejillas se ve.
Y sus ojos son tristes, eso es lo que me tranquiliza. Ella también mira por la ventana.
La miro, igual que ayer, en el reflejo del espejo.
Ojos tristes, manos calladas. Sus amigos le buscan conversación y ella se entretiene contando las nubes. O eso imagino.
Por qué no me doy vuelta y le digo que me cae bien? Le diría que en amores a primera vista no creo, pero que sus ojos me atraen, y qué, si me deja, la invito un café para que me diga su nombre en medio de una de esas conversaciones que comienzan por lo trivial.
Podría, tal vez, decirle que estas otras personas en el bus, no son ni están, que ella es distinta. Quizá no lo sabe. Pero sacarla de ese silencio atroz y de ensueño en que se sumergió al subir, sería como quitarme la ilusión de conocerla.
A pesar de estar escuchando a Motorhead me pongo cursi. Mierda.
Por eso sigo viendo a la ventana, para no hablarle, no llenarla de palabras que le dicen a cada rato, seguramente; para dejarla ser, triste, con esos ojazos que me llaman tanto la atención.
Se va, se va, se fue.
Estas situaciones de bus, en que dos personas se encuentran, son momentáneas, rápidas, efímeras.
Pero ella, la chica linda, de fina cintura, ojos negros, cabello castaño; por ella el viaje en el bus, desde la parada del Liceo hasta acá, se hace bueno, mejor.
Y si la veo mañana lo dejaremos así también, en silencio, para no arruinar esta ilusión y el placer de un viaje agradable junto a una persona que sí importa entre esta masa inútil.

2 comentarios:

  1. Hola Ronny:
    Es una costumbre leer a quien me lee. Es una manera de que la cultura se expanda y mejore, alternativa y seguro que nada rentable para los viejos cánones, pero es mi costumbre y cada vez la sigo más estrictamente. Te animo desde Barcelona a que sigas escribiendo lo que te apetezca, sobre lo que te apetezca, y lo compartas con el mundo. No sé si empieza a funcionar ya , pero algún día lo hará.

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  2. Gracias por el comentario y bueno, ser la primera visita. (Cuándo cantarás el PRI!? jaja.)
    Estos escritos son sólo semen. Me encuentro buscando a la musa literata que quiera ser madre.
    Me retrasa la falta de ánimos e ideas, pero ahí vamos.
    Gracias por pasar, Francesc.

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